Comencé a dejar de amar a mamá el día que cumplió setenta años. Esa tarde, cuando soplaba las velitas, noté con claridad las arrugas alrededor de sus labios y luego, cuando rió a carcajadas, advertí el aumento de la profundidad de las patas de gallo en las comisuras de sus ojos.
Desde ese día me
propuse la tarea de recordar cada circunstancia vital en la cual podía reprobar
su conducta: las veces que me retó de pequeña, cuando cuestionaba mis
decisiones adolescentes, sus reprimendas por las “malas compañías”. Todos esos
eventos ya los había superado y además, con el paso del tiempo, tuve que
reconocer que habían sido acciones correctas de su parte, pero ahora necesitaba
aferrarme a todo lo malo que hubiera en ella y resaltarlo, para poder destruir
mi amor por ella. Como parte de ese proceso, fui borrando de mi memoria las
alegrías compartidas, sus amorosos consejos, los abrazos contenedores, las
tantas ocasiones en las que secó mis lágrimas. Fui deshaciéndome de sus obsequios,
rompí sus cartas y tarjetas, y hasta regalé mi primera muñeca pepona y el
vestido de bautismo, confeccionados por sus propias manos de hábil costurera.
Nuestras
conversaciones telefónicas fueron espaciándose hasta que no la llamé más y sólo
cada tanto le respondía los llamados, siendo cortante y breve en mis
respuestas. Ya no fui a visitarla a su casa, ni le pedí que viniera a la mía.
Ella siempre había sido respetuosa de mi intimidad y no venía sin avisar o sin
que la invitara. Se preocupó e intentó acercarse, a pesar de mis negativas. La
atendí en la puerta, sin hacerla pasar, le dije que estaba muy ocupada, que yo
la llamaría. Pero no lo hice.
Mis hermanos no
entendían. Trataron de tender puentes entre nosotras, de comprender la razón de
mi actitud. Yo no podía explicarles: debía dejar de amar a mamá. Ellos me
contaban cómo estaba, que me extrañaba, que estaba triste. Me cerré. De a poco,
logré que dejara de importarme si tenía la presión alta, le subía el azúcar o
requería de una cirugía.
Cuando llegó el día
de su cumpleaños setenta y uno, aunque me rogaron que fuera, no me hice
presente en la celebración. Sería imposible enfrentarme, otra vez, a su rostro
en el que la ancianidad avanzaba a pasos agigantados y le dibujaba surcos.
Sería incapaz de ver, sin que se me estrujara el alma, las manchas en la piel
de sus manos; no podría abrazarla sintiendo la flacidez de sus carnes y cómo su
cuerpo era más y más pequeño.
Me estaba preparando
para no sufrir su muerte. Ya había sido suficiente con la de papá, a quien
tanto había amado. Él se fue de manera imprevista cuando yo apenas era una
niña. Un accidente de tránsito, debido a su imprudencia, lo arrebató de
nosotros, nos dejó huérfanos a mí y a mis hermanos, y a mami, viuda y con toda
la responsabilidad de hacerse cargo de la familia. Ella se dedicó a coser,
bordar, cuidaba niños, limpiaba casas, asistía a enfermos. Hizo de todo, sin
pudor ni vergüenza, sin quejas, por mantenernos y brindarnos oportunidad de
estudios. Yo, la mayor, me ocupé como pude de la casa y de alguna manera, fui
la mamá de mis hermanos.
Yo adoraba a papá,
era mi ídolo. Me enojó su muerte por todo lo que provocó como consecuencia y
por su descuido insensato. Entonces, en vez de amor, el odio comenzó a crecer
en mi corazón. Superé el dolor con resentimiento. Eso no fue bueno ni sano, arruinó
mi relación con los hombres y nunca pude tener una pareja duradera y estable.
Si hubiera ido a terapia, seguramente me hubieran dicho que era por el temor a
la pérdida.
Puede ser. No quiero,
con mami, volver a transitar un duelo. No quiero pasar de amarla a odiarla por
su ausencia, por dejarme. Por eso vengo construyendo esta indiferencia,
alejándome de ella, minimizando los buenos recuerdos y dando relevancia a los
desagradables, buscando la suma cero, la anulación de la memoria, así, cuando
ella muera, no sentiré nada. Nada de nada.
ENVIADO A 23 CERTAMEN INTERNACIONAL DE CUENTO DE MIS ESCRITOS 2024
1º Premio – Diploma y edición de libro personal
en soporte digital, de hasta 100 páginas totales (incluyendo
prólogo, página de título, página legal e índice y dos páginas en blanco, al
comienzo, por estética).
2º a 3º Premio – Diploma
Menciones de Honor: Diploma
Finalistas: Certificado
1 comentario:
Resultado de certamen: 23º Certamen Internacional de Cuento
1º premio
Walter, Cristian
Rafaela - Santa Fe - Argentina
2º premio
Rekacz, Nanim
Neuquén - Neuquén - Argentina
3º premio
Noguera, Cristina
Pergamino - Buenos Aires - Argentina
Menciones de Honor
Bossa, Jorge Emilio
San Francisco - Córdoba - Argentina
Dellacasa, Lidia
Rafaela - Santa Fe - Argentina
Montenegro, Ricardo José
Villa Ballester - Buenos Aires - Argentina
Presto, Alicia
Baleario El Chorro - Maldonado - Uruguay
Salas, Adela Margarita
San Justo - Buenos Aires - Argentina
Finalistas
Almada, Elías Antonio
Concepción del Uruguay - Entre Ríos - Argentina
Attias, Roberto
Fontana - Chaco - Argentina
Ayosa, Alicia María
Cañada de Gómez - Santa Fe - Argentina
Belaus, Amadeo
Lib. Gral San Martín - Entre Ríos - Argentina
Bonfiglio, Teresa
C.A.B.A. - Argentina
Carbone, Marcela
A. Korn - Buenos Aires - Argentina
Casalá, Inés
Ñirihuau - Río Negro - Argentina
Coria, Lucía Amanda
San Luis - San Luis- Argentina
Estrella, Diego
Las Heras - Mendoza - Argentina
Fernández, Juan Cruz
Allen - Río Negro - Argentina
Gabetta, Silvia Cleonice
Villa María - Córdoba - Argentina
Goldemberg, Dora
Santiago - Chile
Goñi Capurro, Juan Pablo
Olavarría - Buenos Aires - Argentina
Lanis, Diego
C.A.B.A. - Argentina
Matrajt, Graciela
Seattle - WA - E.E.U.U.
Moro, Rosa Esther
Florida - Buenos Aires - Argentina
Moschella, Jorge
C.A.B.A. - Argentina
Nardín, Graciela Susana
Lezama - Buenos Aires - Argentina
Perri Pelle, Teresa
C.A.B.A. - Argentina
Ramacciotti, María del Carmen
Unquillo - Córdoba - Argentina
Romeo, Sandra Beatriz
Mar del Plata - Buenos Aires - Argentina
Rzepka, María Rosa
Fcio Varela - Buenos Aires - Argentina
Torres, Rubén Horacio
Pilar - Buenos Aires - Argentina
Urtubey, María Cristina
San Clemente del Tuyú - Buenos Aires - Argentina
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