El secreto está en el polen,
en el polvo de las alas de las mariposas,
en los
círculos concéntricos dibujados en los trigales
y en la estría
variable de la marea donde hundo mis pies.
Una gota de
sudor, una lágrima, la saliva,
la
menstruación, el esperma,
son la misma
baba de caracol
arrastrándose,
sustancia de
ameba.
Los dioses
poseen ombligo
y todas sus
huellas dactilares son idénticas.
Habitamos un
laberinto de espejos
y los rompemos
con
meticulosidad
para evitar
reconocernos.
En los
petroglifos ya estaba el mensaje:
cada signo,
cada símbolo
remite a la
cadena finita de variaciones
concretada en
futurolandia.
Lo demás
(trajín
cotidiano al que llamamos “vida”)
es cháchara.
Saberlo y
proclamarlo no son la misma cosa.
Callar es una
forma sutil de sobrevivir
en los
márgenes, entre líneas, en las sombras.
Publicado en antología Secretos de Lamaruca 2024
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