Aunque no comprende por qué la embarga ese incontrolable impulso, hace un gran esfuerzo y logra separar de la llanura su magnífico lomo pétreo provocando estrepitosas avalanchas de rocas a diestra y a siniestra.
Luego, arrastra su arcaica imponencia con pesadez hacia el hombrecito inmóvil a la distancia.
Mahoma, asombrado, se dice:
—Tendré que meditar y escribir algo sobre este fenómeno tan inusual.
Publicado en:
Cuando despertó, Monterroso todavía estaba allí, Colección Literatura de las Américas, Editorial Digital EOS VILLA, Argentina, 2021, página 171
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