domingo, 30 de octubre de 2016

TEMPORADAS de STEFAN ANTONMATTEI



Anoche fui a Librería Mágica, en Río Piedras, a la presentación del un libro. Mientras esperaba el inicio del evento deambulaba por los anaqueles observando portadas. Suelo sacar fotos cuadradas de texturas, y muchas de ellas en la arena, y unas cuántas de huellas o de mis pies. Cuando vi esa imagen de ojotas atrajo mi vista por empatía. No es una imagen bella, pero es significativa. Connota.
Luego leí Temporadas pero lo que más atrajo mi atención fue lo que decía debajo: UNA NOVELA EN TWEETS. Y el nombre del autor, Stefan Antonmattei, de apellido que tuve que pronunciar en voz alta para aprehenderlo. No lo conozco, pensé, nunca oí de él en ninguno de los Encuentros, Congresos y Jornadas de Microficción. La curiosidad me empujó a tomar el libro, abrirlo y con sorpresa descubro que arranca en 1963 (mi ańo de nacimiento) y que está subdividido en períodos de tiempo/lugar, lo cual constato mirando el índice. Diablos, me digo, demasiadas coincidencias. Misma edad, escrito en formato de tweet, en la contratapa hay una serie de hashtags, leo lo que dice la contratapa. Lo decido. Debo comprarlo. Lo tomo en mis manos y dudo, lo devuelvo al anaquel, voy por mi celular a tomar una foto de su portada y recién ahí me percato de su vecino en inglés. Tomo la foto, guardo el celular en la mochila, saco la billetera, busco el libro en su versión en castellano y lo compro. También compro, por supuesto, el del autor que se presenta esta noche (la duda era si hacer la compra en ese momento o más tarde). Una vez en mi asiento posteo en Facebook la foto para que puedan verla mis  amigos microficcionistas. Luego busco en Facebook al autor, lo encuentro, le pido amistad y le mando un mensaje avisándole que compré su libro recién. 

Esta mañana escribí:


Algo así me había pedido antes de mudarme Antonio Cruz, para sus Tardes amarillas, que escribiera sobre mis descubrimientos literarios en Puerto Rico. Estoy en deuda con él. Pero sentía (siento) cierta inhibición acerca de escribir sobre autores locales, ya que aquí sigo siendo una forastera y apenas me estoy integrando, no soy crítica literaria sino escritora, y... uno no quiere caerle mal a nadie cuando es migrante.
Pues bien, es hora de actuar y menos bla bla bla, voy a contar mis experiencias de lectura y punto.

Preparé ananá (piña) y pera en la procesadora, con un poco de coco rayado y azúcar negra. Calenté en el microondas un poco de avena, lo puse todo junto y me senté en la mesa, dispuesta a leer el libro y saborear mi desayuno y aventurarme en ese libro que me parece una vida paralela a la mía. Tengamos en cuenta que uno de mis propósitos en mente es escribir un libro de microficciones concatenadas, propuesta hecha por una editorial. Tengo muchas ideas en mente al respecto pero hasta ahora ninguna ha terminado de convencerme. Es la primera novela en tweets que leo, así que mi curiosidad es grande.

Qué les puedo decir del libro? Tienen que leerlo. Cada cual filtra según sus vivencias, conocimientos, expectativas. Encontré lo que esperaba y mucho más. Textos concisos, contundentes, despojados de artificios. Capaz cada uno de ellos de sostenerse aislado pero necesariamente formando parte de una trama, de una historia que se devela y se deduce, porque no todo está expresado sino que gran parte hay que adivinarlo, construirlo, como sucede con los textos de este género que parece simple pero es muy complejo.
El libro tiene raíces autobiográficas, pero no por eso es menos ficcional y trascendente más allá de su protagonista, con el cual (diferencias lógicas mediante) me siento identificada. Cada fragmento es una completitud fractal, que me hace volar al pasado, recordar, interpolar anécdotas propias, intentar ubicarme en dónde estaba yo, quien era, qué hacía, en una simetría imaginaria. Hay datos crudos, cierta honestidad brutal, ternura, procesos y detalles de épocas que se suceden, por las que el protagonista transita y nos conecta con sucesos históricos en los que todos nos vimos de una u otra forma implicados, nos entrelaza con seres de su vida, su madre, su hermana, sus amistades, sus estudios, sus viajes, su padre, empleos, el amor. No requiere de grandielocuencias ni para hablar de sucesos trascendentales como el 9/11, ni de adjetivaciones excesivas y metáforas rebuscadas para describir su relación con su madre o la mujer amada. Pero cada breve capítulo de no más de 140 caracteres demuestra un trabajo puntilloso y perfeccionista, por lograr esa concisión sin perder contenido.

Lo que se propuso el autor en el prólogo, lo consiguió: profundidad en la brevedad.

En fin, el último capítulo dice: 2013, Los 50. 2013 es el año de edición del libro, así que saco la cuenta (es innecesario, pero lo hago) y calculo que ahora tiene 53. Lo constato porque dice que cumplió 50 en enero. Yo cumpliré 53 dentro de unos días, el 5 de noviembre. Otra cuasi coincidencia con el hallazgo casual (causal) de este libro en un anaquel de Librería Mágica.  Cierro el libro satisfecha con la lectura, sabiendo que lo voy a releer, que lo voy a recomendar, que les voy a decir a mis amigos escritores de microficción que lo lean, y que me hubiera gustado haber escrito algo así.

Haré caso... escribiré un libro. Otro libro. Mejor dicho, sí, escribiré un libro, porque los dos anteriores no fueron escritos como tales, sino que son recopilaciones y selecciones de textos.

PD: Aceptó mi amistad por Facebook. 
Gracias, Stefan. Trataré de conseguir tus libros anteriores.





1 comentario:

pppaato dijo...

Me encantó. Es, no solo una reseña cálida y personal, sino que se entreteje con parte de tu experiencia de vida. Me dio ganas de leerlo...